Todo empezó como un proyecto pequeño, casi casero, que fue creciendo hasta convertirse en algo que ninguno de sus particpantes esperaba.
Todo empezó como un proyecto pequeño, casi casero, que fue creciendo hasta convertirse en algo que ninguno de sus particpantes esperaba. El poemario de Salvador Peguero, convertido en exposición, se puede ver en la sala Patio de la Casa de la Cultura de Andorra hasta el 26 de septiembre, después de recorrer buena parte de los pueblos de la provincia.
La idea surgió hace casi un año, cuando Peguero pensó en publicar un libro de poemas con algunos de los versos escritos durante los tres años anteriores. «De entre 92 hice una selección de 28 y lo llamé Cuatro veces siete», recuerda. Su idea era autoeditar unos cuantos ejemplares para regalarlos a familiares y amigos como recuerdo.
Pero pronto su idea modesta fue creciendo. «Un amigo que había musicado algunos poemas míos quiso estar en el trabajo». Así, los 28 se convirtieron en 30 y un cedé en el que el grupo Entre Carencias interpretan algunos de ellos.
Para hacer un poco más especial la obra, Peguero pidió a algunos amigos que hicieran una ilustración cada uno. Así, Noemí Calvo, Joaquín Macipe, José María y María Peguero entraron también en el proyecto. «Nos pareció una idea muy buena y somos todos muy allegados a Salva», explica José María Peguero. No solo aceptaron encantados, sino que subieron la apuesta. «Les entusiasmó tanto el proyecto que quisieron ilustrar todos los poemas», asegura Salvador.
Cada ilustrador realizó entre 6 y ocho dibujos, a veces elegidos por azar y otras por sus preferencias personales. «El único que exigí fue el del minero», indica Joaquín Macipe. Como vecino de Ariño, conoce la vida de los mineros y sus protestas contra los cierres. «Desde fuera impresiona su unidad. Intentas coger su mirada dura del que para ocho horas al día jugándose la vida», señala.
De la fuerza dramática de esta ilustración se pasa a los trazos naif, los collages, la fotografía… Técnicas y estilos varían a cada página o, también a cada paso. Solo el formato cuadrado unifica a todas las obras, que saltaron del cuadernillo a la pared en una nueva ampliación del proyecto.
Tan entusiasmados estaban todos con la idea, que pensaron que merecía una exposición en la que se pudieran ver las ilustraciones originales. «Se nos ocurrió en las reuniones que hacíamos para coordinar el libro», rememora Salvador Peguero. Su primera ubicación sería Ariño, donde se presentó el libro el pasado mes de abril.
Pero todavía quedaba un detalle más. Les pareció que los versos, además de oidos, debían ser escuchados. Ya quedaba poco para la inauguración, así que hubo que echar mano de familiares, amigos, antiguos alumnos… para que participasen prestando por un rato sus cuerdas vocales. Para que se escuchen mejor, otro amigo de Salvador pensó en realizar códigos QR para que los visitantes pudieran elegir los pasajes y oirlos a través de su móvil.
En total, 21 personas han participado en esta idea, que tuvo tanto éxito en Ariño que ha estado recorriendo la comarca, hasta llegar a Andorra. y a la que todavía le quedan algunas localidades por visitar, como Alacón. «Tengo una gran satisfacción, porque estoy disfrutando plenamente y son una gente maravillosa y encantadora», subraya Salvador Peguero.
Ariño, protagonista
Visto más de cerca, la exposición (y el libro) cuenta con 30 poemas de temática muy variada. «He buscado que hubiera de todo: de tema amoroso, personales, con un toque erótico….». Sin embargo, lo que predomina es la localidad de Ariño como hilo conductor. Salvador Peguero estuvo muchos años viviendo en Barcelona, pero se jubiló en este municipio turolense. Muchos de los poemas destilan el «paisaje y paisanaje» del pueblo que «lleva muy enraizado», según reconoce Macipe. Por ejemplo, en uno de ellos recuerda su vida de niño en Ariño y la herrería de su abuelo.
Si los temas son variados, también sus influencias, que van de clásicos como Jorge Manrique, quien le enganchó a la poesía en su juventud, a contemporáneos como Ángel Guinda, el hispano-uruguayo Fernando Aínsa.
Las ilustraciones se basan en cada poema, buscando su esencia, algo que según su autor, está conseguido. «Se sorprendía de que los hubiéramos interpretado como el los había pensado», recuerda Macipe. Cada ilustrador mantuvo su estilo o experimentó con otros menos utilizados para dar mayor variedad a la obra y reflejar su sentido.
Ahora, libro digital
No solo la exposición está siendo un éxito, sino que el libro también ha tenido una gran recepción. Del puñado de ejemplares, hubo que pasar a los 400, 75 de ellos artesanales para colaboradores, amigos y familiares. «La venta va bastante bien, quedan unos 60 o 70», indica.
Sin embargo, no se plantea una reedición. «Los hemos vendido a precio de coste, porque no tenemos intención de sacar dinero». El problema es que así alguien se podría quedar sin un ejemplar, para lo que ya tienen una solución: cuando se acaben los ejemplares, lo subirán a internet para que esté a disposición de todo el mundo, aunque sea a través de una pantalla de ordenador. Una nueva vida para un proyecto que ha evolucionado mil veces.